Diez mitos sobre la leche

Diez mitos sobre la leche

La leche está considerada como un alimento saludable para todas las edades. Pero su consumo en España es más bajo de lo deseable. Son muchas sus propiedades: bajo índice calórico, aportación de nutrientes y el desarrollo de nuevos tejidos. Pero se trata de un alimento sometido siempre a una continua revisión y un potente generador de mitos.

Hay algunos estudios en los que se asegura que la leche puede ser perjudicial para la salud. Desde el Departamento de Nutrición y Calidad de Pascual señalan que «la realidad es que el 75% de la población no toma la cantidad de calcio recomendada». Además, aseguran que «no hay evidencias científicas que relacionen su consumo en las cantidades recomendadas con posibles efectos dañinos para la salud». Por ello, es necesario explicar diez mitos sobre la leche que pueden provocar ciertas dudas sobre este alimento.

 

  1. La leche desnatada es más sana

No es que la desnatada sea más sana, es que la entera no es insana. Se pensaba que las grasas eran malas, pero la ciencia apunta a que no es así. Ni siquiera la desnatada y la entera se procesan de modo diferenciado. De hecho, en la central lechera siempre se elimina toda la nata y luego se añade a cada tipo de leche el porcentaje de grasa establecida.

  1. La leche ecológica es más sana

La leche y el queso son más sanos cuando contienen abundantes ácidos grasos omega-3, que reducen los niveles de colesterol. Y, en este sentido, la leche de las vacas que pasean y pastan contiene más omega-3 –aunque presenta menos yodo– que las de alto rendimiento, alimentadas con piensos y soja. En términos de seguridad alimentaria, en todo caso, no hay diferencias.

  1. Protege contra las fracturas

El calcio fortalece el esqueleto. Y con más de un gramo por litro, la leche es una buena fuente de calcio. Los niños que consumen muchos productos lácteos tienen mayor densidad ósea, pero no hay evidencia de que sufran menos fracturas. De hecho, el calcio no se acumula y, si se consume en exceso, genera un efecto contrario y se elimina más. Tampoco parece que proteja contra la osteoporosis en el envejecimiento. La genética, la masa muscular, la actividad física y los niveles de vitamina D en sangre también influyen.

  1. La leche te llena de flemas

En el siglo XII, el filósofo Moisés Maimónides aseguraba que la leche producía «congestión en la cabeza», un mito que perdura hasta hoy. Que después de beber leche sintamos la mucosa de la garganta reblandecida se debe a la textura cremosa de la bebida. No hay indicios de que estimule la producción de mucosidades.

 

  1. La uperizada casi no tiene vitaminas

Este tratamiento térmico que permite alargar la conservación de la leche destruye el 20% de las vitaminas B y C. Es decir, el 80% se mantiene. En cualquier caso, la leche no es la fuente principal para adquirir estas vitaminas.

  1. La leche sin lactosa es mejor

Depende de para quién. «Si se es intolerante a la lactosa, desde luego que sí. Pero si no, no hay por qué consumirla si no se desea», explica. Una de las vías de comercialización de la industria del lácteo es la «personalización», adaptar productos a las necesidades de la población. En primer lugar, tenemos a nuestra disposición la elección de la procedencia de la leche. Y luego, la diferenciación entre leche desnatada, semidesnatada y desnatada. Ahora cada vez hay más tipos de lácteos y derivados.

  1. Las vegetales son una alternativa

Es una alternativa si se es alérgico a la proteína de la vaca. En este caso, se podría optar por la bebida de soja, aunque no sea leche. La proteína que aporta la leche de vaca posee un alto valor biológico al contar con todos los aminoácidos esenciales. Estas características están presentes en la bebida de soja, pero no el resto de leches vegetales. De hecho, estas suelen contener azúcar añadido, cosa que no ocurre con la leche de vaca. Además, el aporte de calcio no existe en las leches vegetales, a no ser que se le añadan en un proceso químico.

  1. Produce intolerancias

«Nunca se ha demostrado, no hay una sola evidencia científica», asegura la directora de Nutrición y Salud de Calidad Pascual. Otra cosa es que alguien desarrolle una intolerancia que le impida consumir lactosa. O incluso alergia. La intolerancia a la lactosa se manifiesta principalmente en edad adulta, aunque también existe un pequeño grupo de la población adolescente e infantil en la que ya remiten los síntomas como náuseas, dolor abdominal, hinchazón o gases.

  1. Contiene mucho azúcar

El azúcar de la leche es natural, no añadido. «Proviene de la lactosa de origen natural, no de azúcar que se pueda añadir durante el proceso. Y da igual si hablamos de leche entera, semidesnatada o desnatada», advierte la especialista. Para detectar si estamos ante un producto con azúcar natural o añadido, basta con mirar el etiquetado y la lista de ingredientes. Aquí aparecerían los azúcares añadidos del producto. Si el porcentaje no coincide con el total de azúcar total es que el resto son azúcares naturales. En la leche no hay añadido alguno.

  1. Produce caries

La riqueza en calcio que proporciona la leche es clave para la formación del diente y su conservación. Una razón de peso para consumirla especialmente en edades infantiles y mayores.

Fuente: https://www.elnortedecastilla.es/