Algunas empresas procesadoras están impulsando una menor emisión de gases de efecto invernadero en la ganadería y recortar el uso de urea sin afectar la producción.
'He tenido la suerte de ver cómo se trabaja en las lecherías de Holanda, Francia y Alemania. La preocupación por tener una agricultura sustentable ya se apreciaba en Europa hace ocho años. Para mí es claro que tarde o temprano en Chile nos íbamos a sumar', sostiene Christian Haase, productor de leche de Pichidamas, en la Región de Los Lagos.
Haase comenzó hace un tiempo a tratar de introducir las prácticas de la agricultura regenerativa a su lechería. 'Recién estoy empezando', reconoce. Una de sus actividades es no dejar al descubierto el suelo después de cosechar el maíz que usa como forraje. Gracias a la inmediata siembra de cultivos como la avena lo protege de la degradación.
Desde el año pasado, Christian Haase usa una maquinaria moderna para fertilizar las praderas. Gracias al GPS que tiene puede agregar productos de acuerdo a la necesidad de cada potrero.
Aunque Haase admite que la tecnología es cara dice que se ha pagado gracias al ahorro en las aplicaciones de productos, justo en momentos en que los precios de los fertilizantes están por los cielos. De paso, se ha logrado aminorar uno de los mayores impactos medioambientales del sector lechero: parte de la urea que se aplica en las praderas se disipa en la atmósfera generando gases de efecto invernadero; también el exceso se traslada a los cursos de agua.
En un rubro de márgenes estrechos como la leche, las inversiones en mejoras ambientales no son fáciles. Por eso el agricultor de Pichidamas afirma que las señales que le da la empresa a la que le vende su leche, en su caso Nestlé, han sido un aliciente: en su pauta de precios comenzó a incluir temas como el uso de energías renovables o el manejo de los purines, que empujan a la producción láctea hacia la sustentabilidad.
Vacas y efecto invernadero
Chile emite solo el 0,26% de los gases de efecto invernadero del mundo. Sin embargo, sí sufre en un grado importante por el impacto del cambio climático. La sequía de la zona central es un ejemplo. Por eso el Estado chileno se comprometió a que el país llegara a la carbono neutralidad en 2050, con un objetivo intermedio de 30% a 2030.
Según la FAO, la agricultura y la silvicultura contribuyen al 24% de la emisión de gases de efecto invernadero. De ese volumen, los gases emitidos por la digestión de los animales corresponden al 40%, mientras que el estiércol en las praderas contribuye con el 14%.
Con una huella ambiental tan relevante, los gobiernos y las empresas, a nivel global, están poniendo en marcha una mayor preocupación por aminorar el impacto de la producción lechera.
Andrés Eyzaguirre, gerente de Asuntos Corporativos y Legales de Nestlé Chile, sostiene que la empresa tiene un compromiso de llegar a 2025 con una reducción del 25% se sus emisiones de gases de efecto invernadero y de 50% a 2030, mientras que deberían llegar al 100 por ciento de carbono neutralidad en 2050.
Parte del trabajo corresponde a trabajar el impacto de los envases y embalajes. Chile tiene uno de los mayores consumos per cápita de productos de Nestlé en el mundo, demanda que es satisfecha con varias plantas industriales. Además desde Chile produce leche en polvo de la marca Nido para varios países de América Latina y el Medio Oriente.
Con sus productores lácteos, la trasnacional suiza está impulsado la ganadería regenerativa con prácticas como el uso de biofertilizantes, que se trata de 'cambiar los fertilizantes que teníamos, que eran químicos, que efectivamente tienen un impacto importante en materia de CO2, por algunas bacterias que hacen que se pueda reducir un poco la huella de carbono', explica Eyzaguirre.
El ejecutivo añade que están promoviendo que sus proveedores lácteos planten árboles nativos para que sean captadores de CO2. Como se trata de montos importantes, entregan desde financiamiento directo hasta acceso con descuento a algunos productos, como los biofertilizantes.
'Tenemos financiamiento dentro de las pautas de precios. Ellos pueden ir incorporando ciertas primas para aquellos que asuman nuevas prácticas regenerativas', sostiene Andrés Eyzaguirre.
Mientras tanto, investigadores de Remehue y de la Universidad Austral desarrollan proyectos para manejar los purines de las vacas o cambios en la alimentación, que incluyen el uso de arvejas, para reducir las emisiones de los animales sin afectar la producción.
Piano, piano
Mauricio Martínez trabaja con sus padres en el sector El Volcán de la comuna de Puerto Octay, en la Región de Los Lagos. Los Martínez manejan 650 vacas masa, en producción, más gestantes.
En las 400 hectáreas que tienen, solo el 10% de la superficie productiva está dedicada a cultivos anuales, el resto a praderas con más de 10 años desde que fueron establecidas.
'La agricultura intensiva es agresiva con el medio ambiente. La tarea es cuidar la naturaleza, evitar la erosión del suelo sin disminuir las producciones. Por ejemplo, nosotros sembramos un cultivo de rotación corto como la ballica después de la cosecha del maíz. Las partes del campo que no son adecuadas para la producción las estamos reforestando', sostiene Martínez.
El productor lechero explica que el año pasado comenzaron a introducir el uso de biofertilizantes en una parte del campo. En ese ensayo lograron disminuir un tercio del nitrógeno que utilizaban. Cree que la actual coyuntura de precios de ese insumo va a impulsar a los agricultores a investigar y probar los biofertilizantes.
'Quizás va a ser difícil llegar a tener 100% una agricultura regenerativa, pues con los años vas extrayendo nutrientes del suelo, los que tienes que reponer. Sin embargo, sí se pueden hacer cosas, pero hay que ir avanzando piano, piano. Todo cambio tiene que ser sustentable económicamente', sentencia Martínez.
Por Eduardo Moraga desde Osorno
Fuente: El Mercurio - Revista del Campo