La Doctora Rosa María Ortega, catedrática en Nutrición y Doctora en Farmacia, nos habla de todos los mitos alrededor del consumo de queso.
Frente a los numerosos bulos que proliferan, y proliferarán, los lácteos pueden consumirse de manera regular, sobre todo entre aquellos consumidores que se han propuesto alimentarse de forma más sana y equilibrada. “El queso es un alimento valioso, característico de la dieta mediterránea y, por tanto, un consumo racional es totalmente aceptable”, destaca la catedrática en Nutrición y Doctora en Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, Rosa María Ortega.
Algunos tipos de queso pueden tener un valor calórico elevado, pero esto no es razón para tacharlos de nuestra alimentación. “Ningún alimento engorda, como producto aislado, lo que lleva a un incremento de peso es el total de lo consumido. Y no solo en un día, sino a lo largo del tiempo. El problema viene cuando se toman más calorías de las que se gastan”, sentencia la experta. Los quesos más calóricos -prosigue Ortega- se deben tomar en menor cantidad o con menor frecuencia que los quesos frescos u otros lácteos, pero “un consumo racional es totalmente aceptable”.
De esta forma, si queremos perder peso debemos elegir, con más frecuencia, los lácteos que aportan menos calorías, si bien, “no es necesario que optemos siempre por lácteos desnatados. Además, recientes estudios encuentran beneficios para la salud y para el control de peso en la grasa de la leche, por lo que quizá no convenga eliminar la grasa de los lácteos de nuestra alimentación”, matiza la catedrática en Nutrición.
Propiedades nutricionales del queso
Los quesos son fuente de antioxidantes naturales, proteínas y micronutrientes. Diversos estudios científicos (The American Journal of Clinical Nutrition, The Lancet, Advances in Nutrition…) han demostrado que la ingesta de queso no perjudica a la salud cardiaca y reduce las enfermedades asociadas, rompiendo así con muchas tabúes y malentendidos en torno a los lácteos. Los lácteos aportan proteínas e hidratos de carbono, fundamentalmente en forma de lactosa, además de calcio, potasio, fósforo, zinc y otros minerales, así como vitamina B12 y A.
Desde la Organización Interprofesional Láctea (InLac) subrayan también que el queso puede y debe formar parte de la ingesta de al menos “tres lácteos al día” (leche, queso o yogur), que es la media recomendada por la Fundación española de la Nutrición (FEN) y guías nacionales e internacionales de referencia.
En concreto, una dieta equilibrada incluye 2-3 raciones de lácteos al día en niños y adultos y 3-4 en etapas y colectivos con necesidades adicionales, como la adolescencia, mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, la edad avanzada y los deportistas. En concreto, una ración de leche equivale a 200-250 mililitros (una taza o vaso), la ración de yogur se sitúa en los 250 gramos (2 yogures). Mientras tanto, la porción de queso semicurado o curado recomendada ronda los 30 gramos y, la de queso fresco llega hasta los 60 gramos al día.
Fuente: conmuchagula.com