Cuando se dice que el ganado es el gran responsable del calentamiento global, no se tiene en cuenta que el metano que emite es un gas inestable, cuyo papel está exagerado por la inexactitud de los sistemas de medición.
El metano producido por las vacas lecheras y por todos los rumiantes en general, es un gas de corta vida que forma parte del ciclo natural del carbono. Comen pasto y eructan metano, que no se queda en la atmósfera mucho tiempo, pasados unos 10 o 12 años se convierte en CO2 biogénico climáticamente neutro, que se fija en los vegetales a través de la fotosíntesis, cumpliendo así el ciclo natural del carbono.
La actividad ganadera no añade carbono adicional a la atmósfera. El impacto ambiental del metano biogénico es anulado al cabo de un tiempo, mientras los combustibles fósiles liberan un CO2 nuevo a la atmósfera que no pertenece a ningún ciclo y permanece apilándose por un lapso de mil años.
Hace unos días me indignaba con un artículo que mencionaba que la producción de lácteos representa el 3% del total de las emisiones globales, más que todo el sector de la aviación; y el metano que originan las vacas tiene poco que ver con el procedente de los combustibles fósiles. No es correcto comparar las emisiones del transporte con las del ganado.
-¿Dónde se origina la confusión? Resulta que 1 molécula de metano equivale a 28 moléculas de dióxido de carbono, en términos de su capacidad de calentar. Esta métrica es la más difundida y la que más daño le ha hecho a la ganadería. Pero ¿De qué metano estamos hablando? No es todo lo mismo.
Llevamos 100 años extrayendo carbono acumulado 8 km bajo tierra, que no forma parte de ningún ciclo, sólo se acumula, y eso es lo que el planeta está siendo incapaz de soportar. Ese es el daño antropogénico, si se quiere, bien distinto del ciclo biogénico, que es la transformación por un ser vivo de un compuesto en otro, que vuelve a la atmósfera y a ser absorbido por las plantas, se recicla. Esta distinción es fundamental y está científicamente comprobada, pero en tiempos en que una historia de influencer tiene más peso que un paper científico, y apela a la sensibilidad de un público muy permeable, se genera tal impacto que termina empujando a la agenda ambiental mundial.
Esto no significa que no haya que trabajar en la reducción de emisiones, ya que al controlarlas estaríamos contribuyendo a enfriar el planeta con ellas, las vacas, como abanderadas de la causa ¿Y cómo? Los sistemas pastoriles son potenciales secuestradores de carbono, además cuánto mejor nutrido está el ganado y más balanceada sea su dieta emitirá menos CH4. Esto hace que los sistemas confinados/intensivos emitan hasta un 30% menos. Se mejora la calidad de la alimentación aportando mayor digestibilidad, propiciando mayor consumo y resultando en una mayor producción de leche, con menor emisión ¡Win-Win!
¿Ya tomaste tu vaso de leche hoy?
Por Valeria Guzmán Hamann
Fuente: https://edairynews.com/